En la comunidad de La Florida, en la provincia San Juan, un nutrido grupo de estudiantes enfrenta adversidades diariamente para llegar a la escuela. Al no tener acceso a un autobús que los espere cerca de casa, recorren un camino escabroso durante 50 minutos. Luego cruzan el río Arroyo Prieto, para llegar a donde los recoge un camión -similar al de transportar cerdos- en el que viajan apiñados hacia el centro educativo.
En esta sección, perteneciente al distrito municipal La Zanja, hay tres escuelas rurales. Dos de ellas sólo imparten docencia hasta cuarto grado de primaria y la tercera hasta sexto; por tanto, cuando los alumnos son promovidos a secundaria deben trasladarse al liceo más cercano: la Escuela Buena Vista del Yaque, en la comunidad homónima.
Buena Vista del Yaque tiene retrasos en la construcción y remozamiento de la cancha, la cocina y el comedor. Los alumnos deben tomar las clases de educación física en un espacio reducido e ingerir el almuerzo escolar en sus aulas.
Pero también hay inconvenientes con las porciones del almuerzo escolar, según su director Frannelis Galván, quien indica que no son suficientes para los 400 alumnos inscritos; alcanzan apenas para 150. El Instituto Nacional de Bienestar Estudiantil (Inabie) garantiza a Diario Libre que enviará técnicos para indagar sobre la situación, ya que el suplidor comenta que envía las porciones correctas, pero en la escuela no las “están distribuyendo adecuadamente”.
Llegar a esta secundaria, localizada a más de seis kilómetros de La Florida, representa una dificultad para los estudiantes de la zona, no solo por la distancia, también por deterioro del sendero y la falta de transporte adecuado.
“Mientras más acceso tienen esos estudiantes a la educación, menos delincuencia. Actualmente, esa zona tiene mucha delincuencia y es porque a veces los estudiantes, por las situaciones que tienen que pasar en el camino a la escuela, dejan los estudios, y muchas veces se dedican a delinquir”, indica Galván.
Pasar por las aguas
Los alumnos se levantan a las seis de la mañana. Los de los barrios El Quemado y La Sabana, que son los más lejanos, salen cerca de las siete de la mañana; los demás alrededor de las 7:20 a.m., y se reúnen en el camino para llegar a la escuela a tiempo. La entrada es a las 8:15 de la mañana.
Deben atravesar la senda cubierta de tierra y rocas que se abren paso entre las montañas donde la gente formó esta comunidad. Luego de caminar un kilómetro y medio, aproximadamente, deben recorrer el río que pasa en medio del cruce de los barrios Los Corozos y La Sabana.
El caudal les cubre hasta los talones, no obstante, en días lluviosos la crecida suele ser más riesgosa. En la confluencia esperan el camión de cama amplia, cerrado por verjas de metal, para recorrer más de cinco kilómetros. Entre 35 y 65 estudiantes se apiñan en el vehículo, que tiene una capacidad aproximada para 30 personas.
“La situación que estamos viviendo acá es verdaderamente penosa, porque además de las condiciones que tenemos con ese transporte, que prácticamente los llevan como chivo a la escuela, cuando el camión no puede ir, muchas veces tienen que llegar a pie y levantarse a las 4:30 ó 5:00 de la mañana. No hay ni lámparas ni alumbrados en el camino”, dice Miguel Jiménez, residente y pariente de estudiantes.
Incidente con el río
La travesía aumenta cuando llueve, porque suelen llegar tarde a la escuela y cruzar el caudal es más riesgoso. El pasado lunes 9 de septiembre, los estudiantes de la comunidad vivieron una pesadilla, ya que la lluvia alteró su retorno a casa, cuando salieron de la escuela cerca de las cuatro de la tarde.
Aunque llegaron hasta el cruce en el camión, se les imposibilitó atravesar el río por la crecida: «Cuando sucede eso, todos lo sufrimos, porque todos somos padres y sabemos lo que es eso. Hasta que no vemos que llegan, no estamos tranquilos», dice Sugeidy Jiménez, madre de dos estudiantes.
Santa Hernández, una de las comunitarias, narra que, viendo las condiciones del tiempo, algunos vecinos y padres se reunieron del otro lado de río para intentarlos cruzar. Esperaron por horas a que se calmaran las aguas, pero cuatro horas después los estudiantes estaban hambrientos y cansados, por lo que decidieron actuar.
Los ataron con una soga e intentaron cruzarlos al otro lado. En el proceso, dos niños cayeron al agua y fueron arrastrados por la corriente, pero pudieron ser socorridos a tiempo. Se empaparon sus uniformes, libros y cuadernos, por lo que al día siguiente no pudieron ir a clases.